31 julio 2008

¡Te lo voy a explicar sólamente una vez!

“¡Te lo voy a explicar solamente una vez!”. Así de huraño e imperativo asomó en mi vida. A cualquier persona, esta enunciación ya le hubiera echado para atrás y hubiera servido para fundar un tabique hecho de la más fuerte roca. Sin embargo, para mí, escuchar esa oración irrevocable y teniendo la visión de sus manos haciendo una gran bola de helado de chocolate, me sirvió para no dejarle escapar: -¡dijiste la frase clave, querido!-. Fue como para el amor un flechazo, como para la bombilla la electricidad, como para el árbol enfermo un serrucho, como para Jessica Fletcher un asesinato, como para la amistad el día que te conocí…

El feeling apareció súbitamente inundando la parte de atrás de la barra de aquella exquisita
cafetería, mientras, yo miraba a los demás camareros correr apresurados para terminar a tiempo los cinco “Banana Split” que una mesa del salón superior esperaba desde hacía casi veinte minutos. Cuando las compuertas del montacargas se cerraron (con otro personaje dentro sujetando la bandeja con las cinco fastuosas golosinas) me auto invité a pasar a la trastienda a compartir cinco minutos con él fumando un cigarrillo.

El cigarro me lo fumé hablando conmigo mismo, pues aunque él estaba justo enfrente de mí, no
se digno a preguntarme siquiera cómo me encontraba, pues al fin y al cabo todo era nuevo para mí. Únicamente se limitó a darle a su purillo largas y apresuradas caladas sin levantar la vista del suelo.

Era mi primer día de trabajo allí y como siempre, y como dice Patty Diphusa en uno de sus cuentos: “Lo más difícil para una persona como yo, que tiene tantas cosas que decir es empezar“. Por eso me resigné y me agarré a esta frase sabia dejando que el tiempo dijera lo que tuviera que decir. Supongo que tenía un mal día, por supuesto, como a todos nos suele pasar. Pero estaba seguro (y mira cómo no me equivoqué) de que las charlas comenzarían muy pronto. Así, aquella primera tarde transcurrió, sin más entre novedad y café, y entre café y más café.

Sí, nos convertimos en grandes amigos. Ese chico que fumaba mirando al suelo, significó algo muy
grande en mi vida. Aunque no fuera consciente de ello ha sido un pilar esencial en una de las épocas, hasta ahora, más difíciles de mi existir.

Han pasado muchos años sin saber casi nada de él; sin compartir las confidencias que antes nos arrastraban a largas horas y trasnochadas infinitas, por eso sólo quiero decirte: ¡Qué bueno que volviste a asomarte a mi ventana…!

A D. C. , por enseñarme tanto…


Audio: “Me odio cuando miento”. Fangoria. Del álbum “Una temporada en el infierno” y que aquí, en este preciso instante tiene mucho que ver…

(Este texto se publicó y radió en www.unraticode.com el 16 de Noviembre de 2007)


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